12/4/08

¿Oro o Uranio? Las cosas por su nombre


Vislumbrar el trasfondo de algunas cuestiones depende de una sucesiva cantidad de etapas. Desde el año pasado varias asambleas, e individuos de modo aislado, venimos intentando clarificar la operativa de oposición a la minería a cielo abierto que ya asola a algunas provincias argentinas. Megaminería que opera por métodos de lixiviación -asociación de metalíferos mediante la dilución de químicos altamente tóxicos en agua potable-
Fuimos desasnándonos en alguna medida -aún nos queda mucho en tal sentido- de las características de este tipo de explotación aniquilante. La gran cantidad de material documental que surge indetenidamente, tanto bajo formato filmográfico como gráfico, en muchos casos con una óptica brillante del tema, abundó en el auxilio de quienes intentamos aportar nuestra conciencia y solidaridad. Dentro de este contexto de información recibida, y por medio de los elementos detallados, hasta hace poco tiempo existía un gran ausente: La voz de la gobernación de Córdoba y su brazo especializado, la Secretaría Provincial de Minería.
Así, en el marco de una exultante actividad de difusión mediática integral, la Gobernación de la Provincia suelta la noticia que muchos querían escuchar desde hace tiempo. Juan Schiareti anuncia la prohibición de la explotación minera en “las cuevas de Ongamira”.
Días antes, mediante las fugas de información que nunca faltan, algunos asambleístas recibían una distorsionada noticia haciéndola correr. Se prohibía la megaminería en Córdoba. Todo había acabado. Podíamos relajarnos, y encausar nuestras vidas, al amparo de una resolución emblemática del poder político de turno. Tanto mal pensado suelto que éramos, debíamos rendirnos ante la evidencia final y redentora. Bien. Poco rato después de que la consoladora noticia comenzara a ser difundida, la contranoticia irrumpió en los relajados pobladores que colgaban, para un breve descanso, sus guantes. No había prohibición en firme. No había decreto que salvaguardara la provincia. Había algo, sí, pero no se sabía a ciencia cierta qué.
Finalmente, el Ejecutivo Provincial, tal como arriba detallamos, comunica, mediante un gran despliegue mediático, la firma de un decreto del gobernador excluyendo las famosas “cuevas” del riesgoso padecimiento minero.
Inmediatamente en algunos de nosotros surgió una pregunta.
¿Existen cordobeses de primera categoría y otros de segunda?
Parecía casi increíble que se buscar anestesiar a la opinión pública con una bengala, en instancias donde hace falta el mayor despliegue de los fuegos del coraje y amor a la vida.
¿Nos creen tan egoístas e ignorantes nuestros gobernantes, para buscar sobornarnos con la exclusión de una pequeña parcela de tierra serrana llamada Ongamira?
¿Creen realmente que, después de haber visto y profundizado las irremediables realidades de Catamarca y San Juan, permitiríamos que se nos engañe con una prohibición megaminera que ampare unas pocas miles de hectáreas de nuestra provincia?
Posiblemente, esto hubiera sido efectivo hace una año atrás cuando, quienes estábamos a los ponchazos tratando de entender este tipo de pseudo minería, ingenuamente pedíamos la exclusión del valle de Ongamira y las serranías circundantes; Copacabana, Ischilín, Quebrada de la Luna, Cañada del Río Pinto, Sarmiento, Totoral, entre otras.
Afortunadamente, el gobierno de aquél entonces no supo que hubiera sido estratégico realizar lo que un año después se intentó. Afortunadamente, decíamos, pues el riesgo de morder ese anzuelo hubiera sido grande y cuasi seguro para los vecinos y asambleístas. No hubo visión política de carácter anticipativo, por lo que no dejamos de estar, en ese estricto sentido, agradecidos a la gobernación anterior por su indiferencia a nuestros reclamos.
Lo que aún no hemos podido rectificar totalmente, pero estamos avanzando sin pausa en ello, es en la ruptura del patrón hipnótico que la salvadora ordenanza de Schiaretti generó en la opinión pública.
Muchos dieron vuelta la página de este tema en su conciencia dándolo por solucionado. La información estaba en los diarios y la TV. Como decía un viejito de mi calle, “a otra cosa mariposa”
De todos modos, e irónicamente, al momento de escribir esta nota la ordenanza salvadora aún no fue publicada en el Boletín Oficial. Siendo que han pasado varias semanas. Por lo que, según los aspectos legales, si no está numerada y publicada NO TENEMOS ORDENANZA en vigencia.
Líneas arriba señalábamos también, en el rubro de gran ausente, al brazo especializado del ejecutivo provincial. La Secretaría Provincial de Minería. Durante meses y meses, las distintas asambleas y entidades habíamos intentado -a lo largo del 2007- que el secretario de minería nos recibiera. Algunas asambleas incluso realizaron marchas para sostener tal exigencia ante la secretaría misma. Ni los medios, ni las pancartas y reclamos, lograron conmover la decisión tomada por Néstor Scalerandi. Los asambleístas no debían ser recibidos.
Finalmente, y en tal sentido, el cambio de gobierno oxigenó el enrarecido ambiente de la Secretaría de referencia. Algo que parecía lógico desde todo punto de vista se impuso en términos de sentido común. Schiareti investía con el cargo de Secretario a un geólogo. ¿Qué queremos decir con esto? Que Néstor Scalerandi era contador. No se preocupe. Usted ha leído bien. CON-TA-DOR. Nos falta averiguar si a cargo del ministerio de salud se encontraba entonces algún ingeniero en minas o un paleontólogo.
Con la nueva gerencia en minería de la provincia el panorama comenzó a presentarse con otras perspectivas. Aldo A. Bonalumi, geólogo doctorado, tornaba en algún grado en elemento articulante a la inaccesible entidad del ejecutivo. Los asambleístas encontramos las puertas abiertas con solo solicitar ser recibidos. Todo un progreso para quienes no teníamos identidad, sino por medios indirectos, para tal gerencia. El 5 de marzo de 2008, a las cinco de la tarde, doce personas de la asamblea Conciencia Solidaria, entre ellas uno de nuestros abogados, fuimos recibidos por el Director de Minería Dr Gigena, sumándose a los pocos minutos el Secretario en persona, Dr Bonalumi.
La reunión duró algo más de tres horas. El trato por parte de los funcionarios de referencia para con los asambleístas fue impecable y sin acartonamientos. A medida que Bonalumi respondía a nuestras consultas, y escuchaba nuestras exigencias en términos sociales, ambientales o culturales, su trayectoria de 35 años de funcionario minero, docente, y geólogo por sobre todas las cosas, colaboró para pudiéramos afinar nuestra visión respecto a la problemática minera en ciernes. En su intento por convencernos de la imposibilidad de explotaciones efectivas de oro en las viejas sierras pampeanas, aspectos no tenidos en cuenta dentro de la problemática central observada por las asambleas comenzaron a delinearse. ¿Es oro lo que realmente buscan quienes se empecinan en seguir pagando cánones a la provincia por las minas otorgadas en Cañada del Río Pinto?

“Se que ustedes se me van a tirar encima si les propongo que los dejen entrar y vean que no hay oro”, deslizó en algunas oportunidades el secretario minero.
“Si no encuentran oro se van y todo queda ahí” , “Si exploran no producen ningún daño y se convencen de que no es redituable seguir pagando cánones y realizando trámites”

La pregunta comenzaba a martillar fuertemente mientras las explicaciones del secretario Bonalumi nos engrosaban conceptos básicos y autodidácticos que habíamos adquirido. Escuchaba a los delegados de Tucumán vertiendo sus comentarios referidos a Bajo de la Alumbrera, en Catamarca, y las roturas continuas y ocultadas del mineraloducto. ¿Es oro lo que buscan? ¿Es solamente oro lo que buscan?

“Las posibilidades de que encuentren oro en Ongamira, acá en la sierra pampeana, son del orden del 1%” proseguía diciéndonos el secretario de minería. “No existen metalíferos en la sierra por la cual ustedes se preocupan” “La sierra pampeana no ofrece esas posibilidades”

Nuevamente los delegados de Tucumán volvían a realizarle al geólogo otras preguntas.
“¿Qué pasa con el uranio?” inquirieron. “Ese ya es otro tema” “Eso se nos escapa de las manos pues recibe, junto con el petróleo, ingerencia directa de la Nación”

De pronto una parte del rompecabezas comenzaba a ensamblar. La pregunta clave, o al menos una de las preguntas claves, estaba contestada de modo indirecto. Los Gigantes forman parte de la vieja sierra pampeana. Lugar donde está confirmada la presencia de uranio. Explotación detenida pero que ofrece un fuerte antecedente.

“¿Dr Bonalumi, el uranio se extrae mediante técnicas de lixiviación?” Fue mi pregunta. “Sí”, contestó puntualmente el secretario de minería. “¿Es un metalífero?” “Sí”, reiteró como contestación.
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Algo después de las 20 hs nos estábamos retirando de la Secretaría Provincial de Minería. El Dr Bonalumi no había dado una cátedra de geología y estrategia aplicada. Es un hombre inteligente y nos pareció sincero. Cumplió con su rol de funcionario de modo impecable al igual que el director Gigena. Toda su disertación nos había permitido cerrar aún mejor nuestro concepto de impedir la minería a cielo abierto por métodos de lixiviación. Más que nunca nos opondríamos a la realización de ese tipo de minería. No solo vienen por el oro, si es que por el oro vinieron alguna vez. El uranio tiene un valor incalculable. Dejarlos explorar, y tomar muestras, sería dejarlos definir la ley de uranio existente, y otros tantos minerales, más allá de que encuentren oro o fuera el oro su interés. Los pedidos de cateo, exploración, o explotación, que los mineros presenten ante la dirección de minería, pueden tener el rótulo que más les plazca. Sea para buscar oro o mica. Lo importante no es la carátula del pedido, sino el espíritu que el mismo puede ocultar.

“Se que ustedes se me van a tirar encima si les propongo que los dejen entrar y vean que no hay oro” habían sido las palabras del Secretario Provincial de Minería, Dr Bonalumi.

Es posible que en su concepto de la honradez, que no pongo en duda respecto al Dr Bonalumi, aún queden caballeros. Pero de existir, y ya según mi propio concepto, no han de ser individuos que sacrifiquen la vida del planeta para extraer suntuarios como el oro, o metalíferos asesinos como el uranio. A individuos de esa naturaleza, jamás les abriría la tranquera de mi campo para que tomen nota de cada una de las riquezas que en él subyacen; creyendo, ingenuamente, que vienen solo por una de entre todas ellas.
Si los dejamos entrar, tal como nos sugiere de modo sorprendente el Dr Bonalumi, habremos sellado el destino de una de las regiones más puras de este planeta. Habremos permitido que, de modo absolutamente detallado, puedan planificar con la mayor de las comodidades sus próximos saqueos. Sabemos que el poder económico es un brazo largo y fuerte. Sabemos que la condena silenciosa del primer mundo respecto a nosotros está emitida y ratificada. Sabemos eso y seguiremos sabiendo aún más a medida que los acontecimientos busquen definir su cauce. Pero también sabemos que existe una tarea que cada consciencia debe asumir como servicio a la vida planetaria.
Si a quienes nos corresponde custodiar, es decir: cada individuo que vive, trabaja, procrea, descansa, se supera, aprende, enseña, se cae, se incorpora, ama, llora, ríe, vende, compra, produce, cumpliera con el más simple de sus derechos ciudadanos, como lo es reclamar firmemente por un medioambiente sano y agua pura, aún tendríamos la chance necesaria.
No podemos unos pocos hacer, y pedir, en nombre de la totalidad. De ser así, es posible que antes que los tóxicos hagan su macabro trabajo, la mayor parte esté padeciendo un tipo de agonía cuya patología imprecisa la torna de difícil tratamiento. En los lenguajes humanos se la conoce por su denominación ordinaria: indiferencia. Suele estar asociada a la cobardía, el lucro, la ambición. Debe ser por ese mismo motivo que las corporaciones megamineras, íconos de estas últimas y especiales virtudes, encuentran facilitado su ingreso a las regiones donde la ignorancia y la desinformación abundan, así como en aquellos lugares donde la referida indiferencia forma parte de la subcultura local.
Para cerrar la presente nota, compartimos que hemos recibido en las últimas horas una invitación para disertar en la localidad de Nono. Se invita a Conciencia Solidaria a participar de una reunión donde se proyectarán documentales y la asamblea Ongamira Despierta, junto con el geólogo Carlos Seara, colaborarán en la conscientización de los pobladores respecto a la temática minera. Dada la poca anticipación con que nos llegara la invitación no nos es posible participar. De todos modos, apoyamos a la gente de Nono, Pocho, y regiones cercanas, incondicionalmente en su oposición a la explotación minera metalífera a cielo abierto por lixiviación. Comprometiéndonos a participar de sus reclamos, e información, respecto a la temática del riesgo minero. El uranio, principalmente, es el metalífero acerca del cual deberemos estar atentos. Nono y Pocho, así como la región que las circunda, son ricas en uranio. La gravedad de Los Gigantes, puede extenderse a la totalidad del norte cordobés, en primera instancia, para ir soslayándose luego en un amplio espectro de la provincia y la nación toda, como busca actualmente reiniciarse la explotación en Mendoza.
Gradualmente, entonces, tal como decíamos en las primeras líneas del presente escrito, vislumbrar el trasfondo de algunas cuestiones depende de una sucesiva cantidad de etapas. Deberemos aprender a cambiar de posiciones y parámetros de un modo ágil y flexible. Descubrir que es lo que viene a saquearnos un criminal no siempre es fácil de prever. A veces buscará hacernos creer que sus intereses son de un cierto y puntual perfil. Otras, que se ha cansado de esperar la oportunidad de despojarnos y que finalmente se retira. Pero la más macabra y desarticulante estrategia que un criminal puede aplicar, es hacernos sentir que nuestro derecho a preservar lo que nos corresponde es una utopía. No llegar a ser víctimas de este tipo de posibilidad no debe depender de la voluntad del asesino, sino de la nuestra. Es hora, pues, de hacer lo que cuadre.
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Daniel Gagliardo
CONCIENCIA SOLIDARIA
Asamblea Interprovincial